Oberkirch, o cómo esquiar en la Selva Negra

Lugar: Oberkirch, Alemania

Mi experiencia en deportes de riesgo es muy muy limitada, pero los estereotipos no conocen límites. Desde pequeña, cuando mis amigos me contaban que se iban a la sierra a esquiar me imaginaba montañas enormes y muchos niños tirándose por la ladera, con gritos y risas. Cuando crecí, sólo me venían a la cabeza imágenes de grandes pendiente cubiertas por la nieve, con sobredosis de turistas deslizándose para llegar a las cabañas y tomarse una cerveza después de todo un día de deporte al sol. No es una mala idea, pero el sentimiento que rondaba todo el tiempo era agobio, demasiada gente, mucha espera y desde luego nada de la vida tranquila de la montaña.

Y entonces llegó ayer. Oberkirch.

Cerrad los ojos un momento. Imaginad un bosque como los de las películas: laderas completas de pinos, salpicadas con pequeñas casas de madera aisladas entre ellas; sol que se cuela suavemente entre los claros y el silencio más absoluto. Ahora, añadidle un manto de nieve blanca, resplandeciente, brillante, intocable. El tipo de paisaje que te quita la respiración.






Era un día perfecto. Mucho frío (¡¡-7 grados!!) y mucho sol. Oberkirch es un pequeño pueblo perdido en la Selva Negra donde los alemanes de alrededor se acercan para respirar aire fresco. Nada de turistas, nada de sobrepoblación. ¡¡Tranquilidad absoluta para hacer el ridículo encima de los esquíes por primera vez!!

Para ser exactos, el tipo de deporte que se practica es cross-ski, lo que quiere decir es el esquí para los no deportistas, lo que quiere decir... ¡perfecto para principiantes! Están marcados los "tracks" por dónde te deslizas, aumentando bastante la dificultad de caerse, ¡aunque sigue siendo posible!

Pasamos la mañana en un pequeño espacio abierto aprendiendo a caminar, a frenar y a levantarnos del suelo, que parece que no, pero tiene su técnica. Afortunadamente, siempre había alrededor algún alma caritativa experta que nos daba algún que otro consejo y evitaba que los niños que jugaban en trineo se rieran excesivamente de los pobres intentos por deslizarnos.

Cuando decidimos que ya habíamos alcanzado un nivel relativamente aceptable para adentrarnos en la selva, ya estábamos bastante reventados así que... Mittagszeit!
El único sitio donde se podía reponer fuerzas era la misma cabaña donde se alquilaba el forfait (¡16€ todo el día!). Estoy convencida de que antaño era un refugio o una cabaña de cazadores. No había más de 6 mesas alargadas, donde compartes el espacio con los que ya estén sentados. El camarero era un señor de tropecientos años, muy simpático para ser alemán (¡eso no quiere decir que sonriera!) y una capacidad de movimiento muy lenta y muy entrañable. El menú estaba compuesto por platos típicos de la Selva Negra (una especie de sopa de lentejas con carne), Alemania (salchicha blanca y betzel) o incluso suiza (fritura de patatas con huevo frito y bacón). Y, por supuesto, una buena jarra de cerveza.







Sobrellevando como pudimos la somnolencia de la hora de la siesta, nos adentramos en el bosque. Había varios circuitos marcados, mismo estilo que el senderismo, con colores acorde a la dificultad y a los km. de la marcha. Cobardes de nosotros, decidimos seguir la línea azul (dejo a la imaginación del lector inferir el nivel elegido), muy poco transitada y... realmente no hay palabras para describirlo. Gracias al maravilloso horario de invierno, el sol empezaba a descender, lo que implicaba que la luz filtrada entre los árboles era muy tenue, acentuando la esperanza de ver aparecer a algún personaje de Into the Woods en cualquier momento.






Poco más puedo decir. Un día recomendado para todo aquel que necesite quiera desconectar y sumergirse en las profundidades de centro-Europa.


Pasad un bonito domingo,
Loulou

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